Columna de opinión “La sociedad chilena del riesgo”

Por Juan Carlos Varela González. Tesista de Sociología, Universidad de Chile. Investigador del Laboratorio de Sociología Territorial. Miembro e investigador de Fundación Ayla

 

Chile entra en la segunda década del siglo XXI. Década prevista de riesgos. De esa posibilidad que se produzca un contratiempo, una desgracia. Y es aún más, evidencia muestra que muchos de estos riesgos ya se materializaron. Crisis sanitaria con más de 15 mil muertos y varios más contagiados de COVID-19. Crisis económica que deja a las familias en el umbral de la pobreza. Megasequía que afecta gran parte del territorio agrícola del país. Y a todo esto se suma un Estado y un sistema político incompetente para generar certezas y proyectos, una institucionalidad que no permitar gestionar estos riesgos. 

 

 

Y es que el aumento de los desastres muestra que la civilización moderna se desmorona, lentamente pero inexorablemente. Ulrick Beck, sociólogo, bien nos argumenta que en el desarrollo de la modernidad, la producción social de la riqueza va acompañada de una producción social de riesgo. Y no es una crítica esencial al desarrollo de la modernidad, ni de la producción de la riqueza. Sino tener presente este hecho de la causa. El hecho de que el sistema por sí mismo posee una “construcción social del riesgo”. Una forma en que el sistema, por el solo hecho de funcionar, va fabricando más y nuevos riesgos para la población y para el mismo sistema. 

 

 

Tener esta consideración es importante, permite que el sistema reflexione. Significa tener presente que cada acción social trae consecuencias que pueden afectar a la misma sociedad y su ambiente. Permite prescindir de esa especulación neurótica de un crecimiento infinito y de un interés netamente individual. Pero además, exige que la coordinación y la gestión institucional esté encarecida en reducir los riesgos que el mismo sistema construye. En conjunto con preocuparse por no construir estos riesgos, hay que gestionar que los sistemas sean más resilientes en sí mismos. Subsanar su exposición y reducir sus vulnerabilidades. La participación ciudadana y la democracia es condición necesaria, no así suficiente, para comenzar un proceso de resiliencia social y una disminución del impacto de los desastres.